Lactancia más allá del primer año: evidencia, estigma y desafíos para la práctica profesional
- Instituto Uruguayo de Lactancia Materna

- 16 oct
- 3 Min. de lectura
La lactancia materna prolongada —recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) hasta los dos años o más— continúa siendo una estrategia clave para la promoción de la salud infantil y materna. Sin embargo, en la práctica cotidiana, muchas personas que amamantan se enfrentan a barreras sociales y culturales que dificultan sostener esta recomendación, especialmente cuando la lactancia ocurre en público con niños y niñas mayores de un año.
Un estudio reciente publicado en BMC Women’s Health (Jackson, Hallam & Safari, 2025) analizó las experiencias negativas de 2.526 personas que amamantaban en público a niños y niñas entre uno y dos años. A partir de un análisis de contenido de sus respuestas abiertas, se identificaron cuatro grandes categorías que ilustran la persistencia del estigma en torno a la lactancia prolongada.

Un estudio reciente publicado en BMC Women’s Health (Jackson, Hallam & Safari, 2025) analizó las experiencias negativas de 2.526 personas que amamantaban en público a niños y niñas entre uno y dos años. A partir de un análisis de contenido de sus respuestas abiertas, se identificaron cuatro grandes categorías que ilustran la persistencia del estigma en torno a la lactancia prolongada.
Principales hallazgos del estudio
1. Opiniones no solicitadas (56%)
Las participantes reportaron comentarios que cuestionaban la duración de la lactancia, la calidad de la leche o la necesidad de continuar amamantando. En algunos casos, las observaciones se dirigían directamente al infante, sugiriendo que ya “era demasiado grande” para mamar.
2. Juicio social (39%)
Muchas relataron haber recibido miradas de desaprobación, burlas o comentarios que calificaban la lactancia como “extraña”, “inapropiada” o “fuera de lo normal”. Estas reacciones generaron sentimientos de vergüenza, inseguridad y aislamiento.
3. Actos considerados indecentes (16%)
Algunas personas fueron acusadas de exhibicionismo o incluso de comportamientos “pervertidos” o “abusivos”. La sexualización del acto de amamantar fue un componente recurrente en esta categoría.
4. Prohibiciones explícitas (7%)
Si bien menos frecuentes, se registraron casos en los que las personas fueron obligadas a cubrirse, retirarse del lugar o amamantar en espacios inadecuados, como baños o depósitos.
Nota: los porcentajes reflejan que algunas participantes reportaron más de una experiencia negativa.
Implicancias para la práctica profesional
Los resultados de este estudio muestran que, a pesar del respaldo internacional y de la evidencia científica disponible, la lactancia más allá del primer año sigue siendo culturalmente cuestionada. Esta realidad interpela directamente a quienes trabajamos en salud y en primera infancia, planteando desafíos en distintos niveles de la práctica profesional.
1. Reconocer el estigma como barrera para la salud
Las experiencias de discriminación o vergüenza pueden afectar el bienestar emocional de las personas que amamantan y condicionar sus decisiones sobre la alimentación infantil. Reconocer el impacto del estigma es el primer paso para abordarlo desde la atención y la formación profesional.
2. Promover espacios seguros y respetuosos
Los servicios de salud, centros educativos y espacios comunitarios deben garantizar condiciones adecuadas para la lactancia, libres de juicios o restricciones. Las instituciones tienen un rol clave en modelar prácticas y entornos inclusivos.
3. Educar desde la evidencia
La lactancia prolongada ofrece beneficios inmunológicos, nutricionales y vinculares que están ampliamente documentados. Comunicar esta información con sensibilidad y rigor científico es parte de una atención centrada en la persona y en los derechos de las infancias.
4. Acompañar con perspectiva de derechos
Validar las decisiones de las personas que amamantan, incluso cuando difieren de las normas culturales predominantes, forma parte de una práctica ética y comprometida. El acompañamiento profesional no solo informa, sino que también sostiene emocionalmente y empodera.
Hacia una cultura que respete y acompañe
Normalizar la lactancia más allá del primer año implica un cambio cultural profundo que requiere la participación activa de profesionales de la salud, instituciones, medios de comunicación y políticas públicas.
El estudio de Jackson et al. (2025) nos recuerda la importancia de visibilizar, proteger y valorar esta práctica, no solo como una decisión individual, sino como un derecho y una expresión de vínculo y salud. Promover una sociedad más informada, empática y respetuosa es parte del compromiso colectivo con la infancia y con las personas que amamantan.






















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